Algo huele a podrido en España cuando una diputada insulta descaradamente a cinco millones de españoles, gritando «¡Que se jodan!» en sede parlamentaria cuando el presidente del Gobierno da cuenta de la reducción de la prestación por desempleo.
Algo huele aún peor cuando los compañeros de partido de Andrea Fabra no la censuran, no la expulsan del grupo parlamentario.